Martha, la caraqueña que gana 1000 dólares al mes como Camgirl

Martha fue una chica consentida por todos, en el edificio que habitamos aquí en La Candelaria. Con su familia celebramos su grado de Enfermería, obtenido en la UCV. La vimos casarse y tener una niña; trabajaba en una importante clínica privada. 

Hoy la encuentro bajando las escaleras porque el ascensor lleva rato dañado. Tenía tiempo sin verla que hasta pensé que se había ido del país o que se había mudado.

–Aunque si pensé irme en las primeras oleadas. Me quedé. Pero eso sí, mi vida ha cambiado del cielo a la tierra –me dice Martha, de entrada.

Me cuenta que ya no ejerce de enfermera por el desastre que vive la salud en el país. Que su marido se fue a Perú y decidieron divorciarse y ella quedó con una niña pequeña. Y además debe mantener a sus padres.

–Luis Ángel, cuando estaba vendiendo todo para irme, una prima me dijo que si me iba a buscar dólares, podía obtenerlos desde aquí mismo –me explica Martha. La fórmula mágica era trabajar como camgirl, modelo webcam. Que se podían obtener unos mil dólares mensuales, siempre que se trabajara entre 6 y 8 horas diarias, todos los días. Ya voy para dos años en esto, pero no lo recomiendo. Sin embargo, me ha servido para mantener a mis padres y tener a la niña en una escuela privada. 

Martha me cuenta que su prima la convenció de que ese trabajo era fácil, que no la comprometería físicamente y que podía decidir hasta dónde llegar. Sin embargo, a pesar de haber tenido pocos tropiezos, considera que lo que hace es un tipo de prostitución, porque proporciona placer sexual a alguien que lo paga. En su trabajo ella pone los límites: conversa con los clientes, hace nudismo y se masturba pero no hace shows más hard. A veces, hace juegos de roles, bien de secretaria o de enfermera, su rol favorito.

Reconoce que si bien ha ganado un buen dinero, sin salir del país. Su vida, a veces, es un torbellino: “Yo fui criada con valores y por eso al principio me fue difícil. He sufrido un desgaste emocional y eso ha afectado mi vida”. Martha se queja del agotamiento físico que le produce el camming. Se siente como si llevara una doble vida, no le puede contar a la gente en qué trabaja y eso lo siente intimidante. Considera que, entonces, su trabajo no puede ser bueno. 

Alguien puede creer que en esta prostitución virtual no se depende de los proxenetas. Pero Martha nos contó que, en los negocios de este tipo de chat, puedes encontrarte hasta dos proxenetas: el dueño de la página web que se queda con un 50 o 60 por ciento y el dueño del estudio que se queda con el resto y es quien le paga a la modelo.

El camming, que así llaman a las representaciones sexuales que hacen las modelos por internet, le ha ganado terreno a la pornografía tradicional online porque permite la interacción en tiempo real. Es una industria naciente y en movimiento, tanto que ya tuvo su primera convención en la Florida. Es tanta su fama que hay eventos como el Adult Webcam Awards, celebrado anualmente en Las Vegas, EE.UU. que reúne a las modelos más cotizadas.

Muchas modelos buscan mostrarse y ser reconocidas en el camming. Algunas se han convertido en celebrities e importantes influencers. Varias modelos son dueñas de sus páginas que alcanzan hasta 30 millones de visitas mensuales lo que se traduce en entradas millonarias. Pero este no es el caso de nuestra amiga Martha. Ella llegó aquí aventada por la tragedia que vive Venezuela que la tocó en su vida personal y familiar.

–Aunque he tenido cierta estabilidad económica y me he dado muchos gustos no quiero seguir haciendo esto por mucho tiempo –remarca Martha. Y he estado consciente de lo que hago y nadie me obligó a hacerlo. Solo quiero que mi país cambie y volvamos a la normalidad. Tal vez regrese a mi profesión y le diga orgullosamente a la gente en qué trabajo. 

Texto: Luis Ángel Rincón