El reggae: la verdadera música del Caribe
Por Ricardo Castillo:
Nada me relaja más que poner un poco de reggae cuando me siento abrumado. Ya sea en la casa o en el carro, adonde quiera que vaya, me basta con poner cualquier canción de The Wailers y Bob Marley y ya estoy trasportado a mi lugar favorito: las olas, la arena, el rumor de la brisa salada golpeando mi cara. ¿Quién necesitaría más? El tiempo lento del reggae basta para hacer mi día.
En un principio el reggae cumplió con la labor de hacer saber al resto del mundo la verdadera vida del Caribe. Por la música supimos de la lucha del pueblo jamaiquino por conservar su identidad. El reggae les permitió mantener su memoria y reclamar de forma pacífica su libertad. Esta música nos recuerda todo el dolor que marcó estas hermosas costas. A su manera nos hace conscientes de las desgracias tras la esclavitud, sin dejar de alimentar las esperanzas de un futuro mejor y necesario.
Pero los tiempos cambian, y lamentablemente muchas veces se llevan consigo las mejores cosas.
Cómo lamento que el reggae no suene como antes. Los más jóvenes lo escuchan cada vez menos. Aunque se podría pensar que ahora los chamos escuchan el reggae de otra manera.
Toda música que se vuelve popular acaba cambiando su sentido. Por lo general, toma otros rumbos en manos de la siguiente generación. Los jóvenes que crecieron escuchando reggae en los barrios empezaron a experimentar con nuevos ritmos y con los sonidos electrónicos a los que ahora se tiene más fácil acceso por medio de las nuevas tecnologías.
Además, los jóvenes que crecieron en los barrios y periferias de las grandes ciudades tienen experiencias muy distintas a los que crecieron en una isla del Caribe con el mar a unos cuantos pasos. Las canciones empezaron a retratar la vida dura de los bajos fondos.
Pero los nuevos ritmos, de bases más electrónicas, como el trap y el reguetón, perdieron todo el sentido de protesta que mantenía al reggae. Estos nuevos géneros de lo único que se encargan es de contar las penas de una generación desconfiada y ansiosa.
Ahora cada vez que estoy en la playa lo único que suena son las canciones de unos jóvenes perdidos entre las drogas, el crimen y el sexo. Nada de los pioneros como Prince Buster o Desmond Dekker. Ni siquiera el Bob Marley que nos habla de una cultura basada en los valores del reggae.
Es una pena que ya no se escuchen aquellas canciones sobre libertad, unión, paz y amor. Ahora parece que se abandona toda esperanza para buscar el dinero a toda costa. Preferiría quedarme sólo con el ruido del mar.
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