Pagar un corte de pelo con una harina Pan
La crisis económica de los últimos años en Venezuela ha modificado terriblemente la vida de todos los que continuamos viviendo acá. Por ejemplo, nos ha hecho cambiar nuestra dieta. Ahora debemos comer lo que conseguimos o solo lo que podemos comprar.
La inflación y la escasez de productos por culpa de los corruptos incluso ha llevado a la gente a cambiar sus hábitos de cuidado personal. Algunos se han visto obligados a reducir los gastos en productos de aseo personal y de embellecimiento.
Debido a la falta de agua, además de los elevados costos del champú y el acondicionador, los venezolanos han debido gastar menos en adquirir artículos de lavado o maquillaje.
En las calles o en el metro, se nota este descuido obligatorio en los transeúntes. Hay veces que muchos pueden durar dos o tres semanas sin lavarse el cabello.
La mujer venezolana, antes conocida por su coquetería, ahora puede pasar muchos meses sin comprarse un labial o cualquier otro cosmético.
En estos días de sobrevivencia lo importante es tratar de gastar muy bien el poco dinero que se obtiene con los varios empleos que todos tenemos. La prioridad es conseguir los alimentos básicos para nuestra familia.
Pareciera que para la mayoría de los venezolanos las cuestiones de belleza pasaron a un segundo plano. Claro que todavía hay gente que gasta “fortunas”, inclusos cientos de dólares en arreglarse el cabello, pero estas son excepciones.
Esta dura realidad la conoce bien mi esposa Saray, pero desde el otro lado. Ella es peluquera y trabaja en un pequeño local cerca de donde vivimos, en el barrio de Catia, al oeste de Caracas.
Saray lleva diez años en este oficio que ha mermado a causa de la crisis, la cual la ha llevado a reinventarse para sobrevivir. Antes trabajaba en una peluquería de un centro comercial en el este, pero este negocio quebró por la falta de clientes. Además le pagaban muy mal porque debía rendir la mitad de su paga a la dueña del local, a pesar de que las clientas fueran allí especialmente a arreglarse el pelo con ella.
Aunque trabajaba todos los días, nunca era suficiente. Si una clienta iba normalmente dos veces al mes, luego iba cada tres meses. Las venezolanas han optado por arreglarse en su propia casa para ahorrar el gasto en las peluquerías.
Desde hace unos años Saray tuvo que comenzar a hacer “cambalaches” o trueques con algunas clientas a las que la plata no le alcanza para pintarse el pelo. Hasta ha tenido que intercambiar alimentos por servicios de secado o un peinado.
Una vez, en el difícil año de 2017, tuvo que aceptar que una clienta le cancelara un corte de pelo con un harina Pan. En ese momento aceptó, porque no contábamos con el dinero para comprar un kilo de harina que solo se conseguía con los bachaqueros, quienes vendía cualquier producto con sobreprecios exorbitantes.
La cuestión es que no se trataba de cualquier corte de pelo. Era el peinado de una novia para su matrimonio por el civil.
Por lo menos esa noche, después de varios meses comiendo yuca y pasta, disfrutamos unas deliciosas arepas.
Por Pedro Camacho
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