Pasar por un aeropuerto se he vuelto la parte más difícil del viaje
Estoy muy contento porque este diciembre volveré a Venezuela. A pesar de la mala situación económica, siempre hace bien volver a nuestra tierra. Nada me puede quitar esa satisfacción de volver con los míos, ni siquiera los contantes registros y las medidas de seguridad en los aeropuertos que tanto me molestan.
Hoy día nos cuesta creer que hubo un tiempo en que no hacía falta llegar al aeropuerto con horas de antelación ni dejar el celular en una cesta cuando pasáramos por los controles de seguridad. Tampoco corríamos el riesgo de que se nos cayera el pantalón por estar obligados a quitarnos la correa.
En aquella época no se hacía pasar a los pasajeros por tantos controles selectivos antes y después de tomar un vuelo solamente porque su nacionalidad fuera sospechosa, como le sucede ahora a la mayoría de los ciudadanos de países árabes, por ejemplo.
Después de los atentados del 11 de septiembre, la obsesión por la seguridad cambió para siempre nuestra formar de viajar. Nuestros trayectos se llenaron de colas, chequeos, controles, scanners y detectores de metales.
Aceptemos que pasar por un aeropuerto se ha vuelto una experiencia un poco molesta, a la cual nos resignamos. No solo en Estados Unidos, sino en muchos lados. Hasta en países pequeños como Aruba o Nueva Zelanda el control es excesivo. Las incómodas medidas de seguridad aumentaron en todo el mundo.
Constantemente los aeropuertos obligan a los pasajeros a quitarse los zapatos, las correas, relojes, pulseras, zarcillos. Falta poco para que todos debamos desnudarnos antes de tomar el avión.
Como si fuera poco, muchas veces debemos tolerar las largas e invasivas preguntas del personal del aeropuerto. Parece que se equivocaron de profesión, debieron ser detectives. Lo peor es que estos interrogatorios surgen por motivos imprecisos, como la apariencia física, la nacionalidad o el país de procedencia. Por razones tan aleatorias te pueden retener y mantener por varias horas aislado.
Por otro lado, la razón por la que debamos estar en el aeropuerto dos o más horas antes de nuestro viaje se debe a los extensos trámites con los que ahora debe cumplirse. Desde el check in, aunque ahora se puede realizar desde el celular, hasta los chequeos antes del embarque. Además de las miles de cámaras que graban cualquier movimiento que hagamos dentro del aeropuerto.
Pero como uno no tiene nada que perder, cumple con cada medida absurda. Esta pérdida de tiempo y redundancia de trámites es lo que lleva a que muchos pasajeros lleguen al avión con un ánimo de perros. ¿Quién no va a estar alterado o indignado si lo obligaron a pasearse por un largo pasillo descalzo y aguantándose los pantalones con una mano, o si casi perdió el vuelo porque se le ocurrió tener un corte de pelo distinto o una barba que no aparece en la foto del pasaporte?
A pesar de todo esto, la verdad es que hoy día la gente viaja más. Y este vertiginoso crecimiento se traducirá en más medidas para decidir quiénes tienen derechos a tomar un avión o quiénes deben ser devuelto a su país porque se le considera ilegales, como le ha sucedido a muchos venezolanos en varios aeropuertos de Latinoamérica.
Por Ricardo Castillo
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