La Venezuela de 2019: una dolarización maquillada en medio de la miseria

Han pasado sólo tres meses desde la última vez que estuve en mi país, por lo que no creí que la situación hubiese cambiado en tan poco tiempo, pero ya sabemos lo impredecible que es la vida en Venezuela. 
Cuando venía en el vuelo, me había planteado no escribir durante estas vacaciones, al menos un par de semanas, así podía observar con más detalle cómo se encuentra el ambiente en el país, además de disfrutar con mi familia. Pero Venezuela no le da descanso a nadie. Es como si te montara en un ring de boxeo apenas pisas Maiquetía. 
A pesar de la grave situación económica y política, el clima es de resignación y apatía. El país parece paralizado y cada vez más dependiente de los pocos dolores que llegan a la mano de la gente, ya sea por remesas de algún familiar o por los minúsculos bonos que otorgan las empresas para justificar los sueldos absurdos. 
Gran parte de las compras y ventas se hacen en dólares. La gente prefiere pagar en divisas que en bolívares porque sienten que en el proceso de cambio salen perdiendo un buen porcentaje. La falta de dólares en efectivo se resuelve con formas de pago electrónicas como PayPal y Zelle, aunque las comisiones y recargas suelen ser muy altas. 
La desconfianza cada vez es mayor. Los cajeros en los supermercados no aceptan billetes de baja denominación, ni con ningún tipo de defecto, así sea mínimo. 


Se trata de una dolarización maquillada del país. En Caracas son evidentes los contrastes entre los pocos que manejan divisas y la mayoría que tiene que resignarse a mal comer. 
El metro se en encuentra en su peor estado. Mucha gente prefiere caminar unos cuantos kilómetros a tener que soportar esa tortura. Casi no se ven empleados y me preocupó mucho el aspecto de los pasajeros. Se ven desahuciados, muchos de ellos con la ropa y el cabello sucio, como si no tomaran baños frecuentemente. 
En verdad da mucho dolor lo que está ocurriendo en Venezuela. Si esto sucede en Caracas, imagínense cómo se encuentra el resto del país, de donde mucha gente se viene a la capital para tomar un respiro de la miseria. 
Por otro lado, en sitios muy puntuales hay una opulencia descarada que nadie se puede explicar. Me comentan que todavía se siguen dando rumbas y fiestas fastuosas en ciertas urbanizaciones caraqueñas. Esto la gente no lo ve, pero están muy conscientes. Lo que sí se ve son los bodegones. 
Con buenas intenciones, unos amigos quisieron mostrarme uno de estos locales que están “prosperando” en Caracas. A lo mejor piensan que los bodegones son un signo de bienestar y no de la decadencia. 
Con sus vitrinas llenas de dulces, licores y embutidos importados, los bodegones parecen un mundo de fantasía. Tienen los productos hechos en Estados Unidos que a los venezolanos siempre les ha gustado consumir. Pasillos llenos de chocolates, cereales, cervezas de marcas famosas, como Hershey’s o Heineken. Hasta Café de Starbucks venden. Claro, todos los productos tienen su precio marcado en dólares.

A pesar de 20 años de revolución, la fantasía de consumo sigue presente en esta Venezuela en ruinas, ahora auspiciada por el gobierno socialista, solo para aquellos que están dispuestos a pagar en divisas.

Por Ricardo Castillo

Comentarios

Entradas populares de este blog

Martha, la caraqueña que gana 1000 dólares al mes como Camgirl

Viajar dentro de Venezuela

El reggae: la verdadera música del Caribe