El deporte venezolano cambió para mal
Como cada año nuevo, el gobierno de facto promete una meta inalcanzable; por ejemplo, Maduro anunció el enésimo relanzamiento de la economía y el ministro de deportes, Pedro Infante, nos promete que en estas olimpíadas tendremos una participación nunca vista en la historia deportiva de Venezuela. Efectivamente, en este año, el evento más importante a nivel planetario, será las Olimpíadas de Tokio 2020. Esperamos unos juegos ultramodernos y tecnológicos en un país que presume vanguardia. Hasta las mascotas tendrán una versión robotizada.
¿Podemos creer esta promesa del ministro Infante? Difícilmente, porque el deporte venezolano no puede escapar del desastre en el que está hundido el país. Venezuela está sumida en la peor crisis de su historia, la cual no sólo ha tocado las fibras sociales, culturales y económicas, sino que ha afectado hasta su ámbito deportivo en estos últimos años, por lo que ha llegado a ocasionar un impacto negativo muy profundo.
No es una respuesta prejuiciada; algunos números, datos y las propias declaraciones de los atletas demuestran lo contrario a la promesa del ministro infante. Después de la deslucida participación en las olimpíadas de Río, el COV prometió que en estas jornadas que se realizarán dentro de 180 días, tendríamos unos 150 atletas clasificados. A 5 meses del arranque de Tokio, apenas tenemos 25 clasificados y, dependiendo de algunas eliminatorias en los meses venideros, esperan llegar a 60 atletas clasificados.
De aquellos anuncios del ex presidente Chávez, en 2002, donde bautizó como “Generación de Oro” a los atletas que habían participado en los Suramericanos de Brasil y a quienes ofrecía la “Venezuela de oro que estamos construyendo”, hoy va quedando solo una “herrumbre” deportiva. El brillo de aquella generación dorada se ha apagado, tanto por la crisis que vivimos, como por los malos manejos de las autoridades deportivas.
La ineficiencia del manejo de las políticas deportivas se puede inferir del siguiente dato: “Desde los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, Venezuela ha clasificado a 360 atletas, pero solo ha conseguido siete medallas: tres bronces, dos platas y un oro, lo que se puede considerar un pésima relación de podios por atleta, pese al discurso triunfalista de la ‘generación de oro’. En el mismo período, Colombia, principal rival en las citas regionales, ha llevado 415 deportistas que han ganado 21 medallas (cinco oros, seis platas y diez bronces)”.
Según cifras de El Estímulo, Venezuela desembolsó para Río 34 millones de dólares, 15 millones 500 mil euros y 775 millones de bolívares, destinados a la preparación y participación de 550 atletas criollos en 464 eventos internacionales, en 25 disciplinas, pero dados los resultados obtenidos, 3 medallas, se demuestra que no es lo que se gasta, sino cómo se gasta. Y así lo han denunciado tanto los atletas como directivos del deporte que han pedido revisar los lineamientos políticos del Ministerio del Deporte. Estos en vez de ser escuchados han sido despedidos y a los atletas que denuncian les quitan las becas deportivas que han ganado.
La opinión pública también ha oído de boca de los propios protagonistas, distintas denuncias contra el manejo político del deporte venezolano. La ciclista Daniela Larreal, denunció el año pasado que la “mala gerencia y la corrupción de las autoridades deportivas no han permitido el desarrollo de los jóvenes que desean representar a Venezuela”. En ese momento detalló tanto los hechos de corrupción como los personajes involucrados. Esa denuncia provocó su exilio porque fue amenazada de muerte y le quitaron su pensión vitalicia, aprobada por Chávez, por su trayectoria de 24 años.
Recientemente el boxeador Yoel Finol, medalla de plata en Río, no pudo asistir a un evento clasificatorio porque no le dieron pasajes. Otro caso muy sonado fue el de la nadadora Paola Pérez quien en una competencia de 10 km en aguas abiertas, en Perú, no contó con un traje de neopreno y hubo de retirarse por un ataque de hipotermia.
El velerista Daniel Pérez quien recientemente logró su clasificación a Tokio, destaca que fue gracias a su empeño personal ya que su preparación y el equipo requerido ha sido costeado de su bolsillo. El velocista Hersony Canelón dice que se entrena el mismo en Caracas, porque no ha recibido apoyo de su federación.
Y para no darle larga a esta lista, el mismo esgrimista Rubén Limardo, quien mantiene buenas relaciones con el gobierno, tuvo que levantar la voz en defensa de compañeros que habían sido abandonados en otros países.
El ministro Pedro Infante tiene defensa a todas estas críticas, la primera es que el bloqueo económico por parte de EE. UU. ha tenido un gran impacto en esta área. Se justifica que no pueden enviar divisas a los atletas que se entrenan en el exterior. Y agrega que hay un bloqueo no formal en el entrabamiento en visas y permisos que hacen algunos gobiernos que tienen diferencia con el chavismo.
A finales de 2019, el ministro viajó a China para solicitar apoyo en la preparación de los atletas. Dice Infante que, a pesar de la crisis, hacen los esfuerzos necesario para garantizar el desarrollo deportivo del país.
En fin que no luce nada promisorio nuestra participación en Tokio 2020. Es indudable que también el deporte cambió en nuestro país. Los expertos dicen que se perdió una generación de atletas a quienes no veremos pelear por nuevas medallas. Solo se salvan los pocos atletas de alta competencia. Es decir nuestro deporte no tiene relevo.
Texto: Luis Ángel Rincón
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