En Venezuela crece el turismo de riesgo
El turismo, la industria “sin chimeneas”, metafóricamente, siempre ha sido en Venezuela una quimera. Si bien es cierto que tenemos una diversidad geográfica importante y atractiva para los visitantes, nunca hemos sido una potencia turística.
Si bien contamos con el macizo guayanés, una de las formaciones geológicas más antiguas de la tierra; la caída de agua más alta del mundo: el Salto Ángel o Kerepakupai Merú; el delta del Orinoco; el archipiélago de Los Roques; la extensa región llanera, el pico Bolívar, en Mérida, todas estas bellezas naturales, con un indiscutible potencial, han sido ignoradas porque nuestra riqueza nacional siempre ha provenido del petróleo. Para nosotros ha sido más fácil producir y vender petróleo. Prueba de lo dicho aquí fue el lema de Corpoturismo, a mediados de los años 80: “Venezuela: el secreto mejor guardado del Caribe”.
Sin embargo, al inicio de un nuevo gobierno o cuando cambian al ministro del sector o se realiza la correspondiente Fitven, se anuncia que esta vez sí arrancará nuestro potencial turístico o el “motor turístico” como lo llama el chavismo.
Pero, en verdad, el turismo nacional cada día luce más disminuido, a consecuencia del colapso económico que vive el país. Principalmente por la precariedad de los servicios de energía eléctrica y agua; además de la gran inseguridad nacional que termina afectando también a los turistas. Esa disminución del turismo podemos visibilizarla en las siguientes cifras:
Venezuela ocupa el puesto 100 en el ranking de 141 países, según el Informe de Competitividad Turística de 2015; 857.000 turistas nos visitaron en 2014, apenas por delante de Paraguay, Surinam, Guyana Francesa en Sudamérica; en 2015 apenas produjimos un ingreso de 575 millones de dólares, cuando en ese mismo año nuestra vecina Colombia tuvo ingresos por 4.245 millones de dólares.
Cualquier lector estará de acuerdo en que, en este momento es muy difícil desarrollar el turismo en Venezuela, tanto por la falta de recursos como por la falta de una política pertinente al momento que vivimos. De esta manera, el gobierno ha impulsado un turismo de súper lujo que le ha servido al nuevo estamento social chavista, para colonizar espacios que antes estuvieron protegidos, como el archipiélago Los Roques, el Parque Nacional Canaima, la isla de La Tortuga. Esto ha sido todo lo contrario al tipo de turismo popular que ofrecieron en los primeros años de su largo gobierno.
El otro tipo de turismo que ha ido tomando forma en el país, es el llamado turismo de riesgo. Este tipo de turismo ha cobrado fuerza mundial, especialmente en América Latina. Los turistas más osados quieren ver como son las zonas peligrosas que les recomiendan no visitar ni menos convivir en ellas.
Venezuela aparece con varias ciudades, entre las más peligrosas del mundo, pero son estas las que atraen a los visitantes. De allí a que zonas como Petare, San Agustín, El Valle, Pinto Salinas, entre otras en Caracas llaman la atención. También Valencia, Maracay, Maracaibo o Maturín que pasó de ser apacible a ser ahora una ciudad temida, han llamado la atención a los turistas que buscan conocer ese plus que no muestra una playa o una exposición de arte.
Este tipo de experiencia se ha popularizado en Río de Janeiro y Sao Paulo, en Brasil. Ya se han formalizado agencias y promotores turísticos que incentivan verdaderos saraos en los que se recorren las favelas, se baila y se hacen degustaciones. Y hasta pueden pernoctar con una familia, tal vez para compartir el traqueteo de las armas de fuego que animan las noches en esas favelas.
Esta moda ya tiene tiempo en Venezuela, pero sin mucha formalidad, más bien a través de contactos individuales que sirven de guía a los visitantes para recorrer parajes poco amigables para un extraño. En Caracas ya están institucionalizadas las visitas a barrios de Petare, Simón Rodríguez y San Agustín. En las redes sociales podemos leer las crónicas de estas “rutas turísticas”. BBC Mundo retrata la de San Agustín con el siguiente titular: “ ‘Aquí se baila, se ríe y se hace el amor’: la ruta turística que pretende acabar con la imagen de violencia y pobreza de los barrios de Venezuela”. Y también estuvo en Petare, donde convivió una larga noche con los vecinos quienes bailaban y bebían, en plena calle. Su título fue: “Una noche de fiesta en Petare, el barrio popular más grande de Venezuela.
Esto no es paradójico, se corresponde al tipo de turismo de este país: Venezuela ocupa hoy un puesto en la desagradable lista de los países más peligrosos para hacer turismo, según la aseguradora International SOS and Control Risks, en su informe Travel Risk Map, 2020.
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