Un viaje a una Cuyagua tomada por la confusión del país
No hay nada que me atraiga más de Venezuela que su hermosa costa. Por eso, me dije a mí mismo que haría lo posible por pasar esta Navidad cerca del mar, a pesar de las dificultades. Sin embargo, ya en camino, el estado de deterioro de la carretera me decía cómo todo había cambiado.
La vía a Ocumare de la Costa o Choroní siempre se ha caracterizado por sus curvas y vías angostas. Sin embargo, el pavimento irregular o prácticamente inexistente, además de los numerosos precipicios y fallas de borde, nos obligaron a ir con mucho cuidado y en estado de alerta durante todo el trayecto.
Unos días antes había convencido a un par de amigos de visitar Cuyagua, aunque fuera por un par de días. Ellos gustaban tanto del surf como yo cuando estaban en la universidad, y extrañaban particularmente esta playa de fuerte oleaje.
Antes Cuyagua era sinónimo de alegría y diversión. Durante los fines de semana y las vacaciones, su amplia bahía se llenaba de jóvenes, quienes al caer la noche armaban sus carpas bajo las palmeras.
Parecía imposible imaginar que la crisis que atraviesa el país llegara a estas orillas.
A diferencia de lo que recordaba como una temporada alta, la playa se encontraba vacía. A los lejos se veían las olas que reventaban en la orilla sin molestar a nadie. Parece que todos nos olvidamos de que esta hermosa playa existía. Tanto fue lo que dejamos atrás en nuestras ansias de tener una vida más estable y digna.
Al ver estos paisajes abandonados, uno no puede evitar preguntarse por qué permitimos que nos hicieran tanto daño. Un lugar al que antes uno iba para buscar tranquilidad ahora se había unido a la confusión que reinaba en el país.
Antes Cuyagua era un pueblo que protegía su río, su playa y a su gente. Los surfistas íbamos allí porque buscábamos un lugar tranquilo, con gente concentrada en lo suyo. Pero ahora encontramos un sitio abandonado.
En el pueblo no había donde comprar agua, comida o cerveza. Todos los quioscos estaban cerrados. Sólo se veía una par de carpas a lo lejos que desaparecieron al final de día. A nadie se le ocurriría pernoctar.
Antes en Cuyagua se podía acampar por semanas. Ya fuera en carpa o en carro con techo, las sombras de los cocoteros y la cercanía del río, en el que uno iba a sacarse el agua salada, lo hacía una experiencia única. Además de que sus altas olas la hacía una playa ideal para surfear.
En este viaje nos ganó la nostalgia. En vez de vivir el momento, lo que hicimos fue conversar sobre aquellos días en que cualquier feriado o semana de vacaciones se volvía el pretexto para mudarse a Cuyagua a disfrutar de las olas y el sol.
Sin imaginarlo, hemos perdido demasiado.
Por Ricardo Castillo
Comentarios
Publicar un comentario