Venezuela no es país para viejos
Venezuela debe ser el único país del mundo, donde sus nacionales entran en pánico cuando el Presidente les anuncia un aumento de salario. Todos saben que tras ese aumento aparece una imparable espiral hiperinflacionaria y se deteriora aún más su precario poder adquisitivo. Es el uroboro, la serpiente que se muerde la cola, significando un círculo sin fin: aumento salarial–inflación–aumento salarial–inflación y así sigue hasta el infinito.
El pasado 1º de enero, Nicolás Maduro decretó un aumento del salario mínimo, el cual pasó de Bs. 150.000 a Bs. 250.000 y el ticket de alimentación pasó de Bs. 150.000 a Bs. 200.000. Esto da un total de Bs. 450.000 de sueldo mínimo. Ese aumento representa un 50% cuando solo la inflación de diciembre fue de 33.1% y la inflación acumulada del año que cerró fue de 7.374,4%.
El Instituto Venezolano de Seguro Social (IVSS) ubicó en más de 4,5 millones el número de pensionados. De ese total, un millón son trabajadores jubilados y el resto son personas mayores de 60 años que no cotizaron o no tuvieron trabajo fijo, quienes fueron pensionados por proselitismo político del chavismo.
El ingreso de un jubilado, luego del aumento, alcanza los Bs. 450.000 que convertidos a dólares (Bs. 80.000/dólar) representan 5,6 dólares al mes que comparado con el valor de la cesta alimentaria, cifrada en US$ 150 para una familia de 4 personas, deja en evidencia la vulnerabilidad de la gran mayoría de jubilados. Según el Banco Mundial, una persona se considera en situación de pobreza extrema si sus ingresos son inferiores a 1,96 dólares al día, que serán los venezolanos que viven con menos de 6 dólares un mes completo.
La porción más sensible en todo este cuadro es la de los más de cuatro millones de pensionados y jubilados, no solamente porque ya en la etapa postrera de sus vidas no pueden comer adecuadamente sino también porque no pueden adquirir las medicinas esenciales en esa fase tan exigente que es la vejez.
La ONG Convite, ratificó la crítica situación de la alimentación en el país, al concluir que los adultos mayores venezolanos pierden entre 1 y 2 kilos al mes por el casi imposible acceso a una dieta adecuada, de acuerdo a un estudio que realizó en diciembre de 2018.
Si bien es cierto, como sostienen algunos internacionales, que el 87% de la población venezolana vive en la pobreza y seis de cada diez viven en situación de extrema pobreza, los jubilados viven una política de exterminio, por parte del gobierno. Recientemente, la Intersectorial Nacional de Jubilados, Pensionados y Sobrevivientes, realizó una Asamblea en las adyacencias del Ministerio Público en Caracas, donde narraron las precarias condiciones de vida que llevan debido a la crisis económica, denunciaron una vez más que las pensiones no les alcanza para comer ni comprar medicamentos.
Estos testimonios son de ese día de la protesta:
"Agua y luz", es lo que tiene la señora María Martínez en su nevera. Una enfermera jubilada que trabajó durante 34 años en el sector público y hoy exige una pensión digna. “Me comí una arepa con plátano y ahora veré qué como (…) es triste”, expresó con lágrimas en sus ojos.
Por su parte, Valentín López, jubilado y paciente con cáncer de mama, explicó que es un calvario adquirir el tratamiento para su enfermedad, así como poder alimentarse de manera adecuada. “Hay un exterminio contra nosotros la tercera edad por partes del Gobierno” asegura López.
Yo mismo, puedo incorporar a esta crónica, el caso de mi vecino Juan Yépez, quien durante 30 largos años fue técnico de la CVG. Juan era cabeza de una familia clase media típica de los 80. Con su trabajo, levantó su familia y todos sus cuatro hijos estudiaron y terminaron como profesionales. Pudo viajar algunas veces al exterior y siempre tuvo vehículos. Hoy, mi vecino Juan, tuvo que vender casi todo para sobrevivir. Y eso que recibe alguna remesa por parte de sus hijos, algunas veces.
A este penosa situación de los jubilados en Venezuela, es necesario señalar que miles de pensionados que viven en el exterior, luego de trabajar por 30 años, al día de hoy no reciben sus pensiones desde el año 2014.
Definitivamente, parafraseando la novela de Cormac Mccarthy, llevada al cine por los hermanos Coen “No country for old men”, hay que concluir que Venezuela no es país para viejos.
Luis Ángel Rincón
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